6 – El Buen Sexo, Amantes y Adulterio.

Continuando en esta Sección abordaremos los temas del Buen Sexo, que, pese a las contradicciones, como esencia de la Biblia, encontramos sus censuras al sexo y paralelamente, sin que la mano derecha sepa lo que hace la mano izquierda, inserta igualmente relatos de un Buen Sexo.

El buen sexo.

No podemos decir que la Biblia no contenga relatos que hagan al entendimiento del buen sexo, por el contrario, la Biblia contiene numerosos versículos de los que se puede extraerse consideraciones sobre el buen sexo, o que el sexo es bueno.

Partiendo de la creación por Dios. Si Dios creo el sexo al crear a los seres vivos sexuados, y en cuanto al varón, lo creó a su propia imagen y semejanza, no puede dudarse que el sexo es un don de Dios y que Dios, en su creación, no le impuso límites ni condicionantes.

Ya desde el inicio, en Génesis 2. 24, 25, se nos enseña que el hombre, el varón y la mujer deben dejar un día a sus padres para unirse entre ellos, y así, en una imagen bellísima, tierna y sensual, se define como que al unirse “serán una sola carne.”

“Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.”

La desnudez no hace a la vergüenza, solo el mal pensamiento lo convierte en algo vergonzoso, y así en Génesis 2. 25, se expresa la idea, encontrándose Adán y Eva en el paraíso.

“Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.”

La relación sexual entre un hombre y una mujer no es obviada en la Biblia, se la menciona con otros términos de los que se desprende su significado, y entre esos otros términos, usualmente se utiliza el eufemismo de decir “conoció” con lo que esta significando que hubo una relación sexual entre esos personajes.

En Génesis 4. 1, se relata la inicial relación sexual de Adán y Eva, de la que nació posteriormente su primer hijo Caín.

“Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido un varón con el favor de Yahvéh.”

Si fue Dios quien creó al hombre y a la mujer, y según la primera creación, a ambos a su imagen y semejanza y en igualdad, no de costilla alguna, y el mismo Dios creó el sexo como manera de reproducción y satisfacción, no cabe duda que el sexo sea algo divino.

No es verdad como sostienen fundamentalistas cristianos que sienten repulsión, como Pablo por el sexo, que Dios haya ideado el sexo solo como método de reproducción, puesto que, por el contrario, y sin dejar de tener esa especial importancia para la supervivencia de la especie, el sexo fue creado por Dios también como satisfacción, mutua de hombre y mujer.

Es la sociedad puritana más papista que el papa, patriarcalista y machista que ha censurado y prohibido toda satisfacción sexual y restringido al extremo la sexualidad femenina, desde su icono mayor, la deshumanizada María, y pretendiendo colocar su Némesis (diosa griega, y término que es usado como su contraparte o contrario) en María Magdalena como personaje de libertinaje sexual.

La propia Biblia es la que nos dice que el sexo es para recrearnos, no solo para la función de procreación.

En Proverbios 5. 18, 21, no hay duda del sentido de goce sexual, solo criticable que, por razones machistas está reservado al hombre.

“Sea tu fuente bendita. Gózate en la mujer de tu mocedad,”

“cierva amable, graciosa gacela: embriáguente en todo tiempo sus amores, su amor te apasione para siempre.”

En otras versiones bíblicas, en especial en la Biblia al Día (BAD) y en la NBD puede leerse este mismo versículo como:

 “Como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, Y en su amor recréate siempre.”

En la BAD se enseña que “el amor, el sexo, es para recreación.

En la Biblia de Jerusalén, se le hace la advertencia al varón de no apasionarse con moza ajena.

“Bebe el agua de tu cisterna, la que brota de tu pozo.”

“¿Se van a desbordar por fuera tus arroyos, las corrientes de agua por las plazas?”

“Que sean para ti solo, no para que las beban contigo los extraños.”

“¿Por qué apasionarte, hijo mío, de una ajena, abrazar el seno de una extraña?”

“Pues los caminos del hombre están en la presencia de Yahvéh, él vigila todos sus senderos.”

Estos mismos versículos de Proverbios 5. 18, 19, 20, 21, son traducidos en la Nueva Biblia al Día como:

“Que tu virilidad sea una bendición regocíjate en la esposa de tu juventud que los encantos de ella y su tierno abrazo te satisfagan y que solo su amor sea tu deleite.

“Hijo mío, bebe de tu propio pozo; sé fiel y sincero con tu propia esposa.”

“¿Por qué engendrar hijos con mujeres de la calle?”

“¿Por qué compartir tus bienes con los que no son de tu casa?”

“Que tu virilidad sea una bendición; regocíjate en la esposa de tu juventud. Que los encantos de ella y su tierno abrazo te satisfagan; que sólo su amor sea tu deleite.”

“¿Por qué habrás de gozarte con rameras, abrazando lo que no te pertenece?”

“Dios te observa atentamente y pesa minuciosamente todo lo que haces.”

En la versión anterior de la Biblia al Día, podía leerse:

“Y en sus pechos recréate siempre, que sus pechos te satisfagan”

Aun el propio Pablo, en 1 Corintios 7. 1, 2, su epístola a los corintios, luego de señalar que “bueno le sería al hombre no tocar mujer” aconseja “a causa de las fornicaciones” que cada hombre tenga su propia mujer y cada mujer su marido.

“tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido.”

Igualmente, en 1 Corintios 7. 3, 11, Pablo enseña sobre el deber conyugal, y sorprendentemente da a cada parte de la pareja el goce del cuerpo de su pareja.

“Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a su marido.”

“No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer.”

“No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia.”

Pablo desearía que todos los hombres fueran como él, supuestamente virgen, casto y puro, pero les concede el goce sexual.

“Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra.”

“No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo.”

“Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse.”

“En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido,”

“pero en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer.”

Contradicción bíblica.

Si bien hemos visto como se ensalza el matrimonio, que es uno de los sacramentos cristianos, y se impone, como una obligación inherente, la de cumplir con el deber conyugal, que, en otras palabras, es el del sexo, que es mandato de Dios en 1 Corintios 7. 3, 5, para proveer a la salvación de la especie, vemos también, no sin asombro, por otro lado, que se nos enseña e impone que la relación sexual es pecaminosa, y no solo la fuera del matrimonio, sino también la propia matrimonial, y aun la permitida dentro del matrimonio limitada solo a la reproducción, si goce ni placer alguno.

Así como se impone como ejemplo la virginidad de María, se pretende imponer como ejemplo del matrimonio, el supuestamente casto de la Sagrada Familia, el de María y José.

Se insiste, y como una verdad real e histórica la virginidad perpetua de María, no como, debiera ser, como un recurso literario y simbólico, sino existencial e histórico, y se sostiene igualmente la virginidad de José, no habiendo existido entre ellos, cumplimiento del deber conyugal, ni de la orden divina de creced y multiplicaos.

Insisten en privar de toda humanidad a José y María, negándoles sexualidad e imponiendo una no creíble vida ascética.

Ahora bien, si ello pudiera ser así, y ese es el ejemplo, el de castidad de todo matrimonio, de que “creced y multiplicaos” estaríamos hablando.

Si ello hubiera sido así, no hubiera pasado una generación y se hubiera extinguido la raza humana por la castidad de los matrimonio.

El Sexto Mandamiento:

Recuerdo de mi época de catequesis, en mi infancia cuando nos enseñaban lo que decía Dios y en una especie de paternalismo al extremo, no nos hacían leer lo que consideraban las Sagradas Escrituras, la Biblia, sino que nos la daban explicada, lo cual, quien no iba a estar de acuerdo, si era mucho más fácil escuchar lo que nos decían que decía la Biblia que tener que leerla, ya sí cuando de memoria nos hicieron aprender los Diez Mandamientos, hubo uno que poco entendíamos por su término hasta desconocido para esa edad infantil y era el Sexto Mandamiento que decía “NO FORNICARAS” y en una interpretación libre, nos decían que se refería a “no cometer actos sucios” y dentro de la categoría de actos sucios el que sobresalía era el tener sexo, por lo que desde la edad infantil se nos imponía la impureza del sexo, el sexo como algo pecaminoso, y por ello, la pureza máxima de la “Virgen concebida

Recuerdo que hasta se nos decía que besarse era pecaminoso, y se avanzaba aún más hasta en la intimidad, puesto que se nos contaba un episodio bíblico, el que por cierto se lo hacía deformado, y se nos decía que esa actitud también era pecaminosa y no querida por Dios, y era el relato del pobre Onan en su coito interruptus, y que lo asociaban con la masturbación.

Con mucho tacto, pero imposición al fin se nos decía que son pecados graves contra este especial mandamiento de “actos sucios

“las acciones, aun a solas, o con otra persona, que tiendan a buscar el placer sexual fuera de su uso lícito en el matrimonio.”

Se nos imponía que la masturbación era un acto sucio.

Más aún puede desprenderse de ese comentario que ni siquiera el sexo era “licito” libre o permitido en el matrimonio, sino solo cuando así se establecía, que, se nos decía lo era solo con la finalidad de engendrar descendencia, siendo en cualquier otro caso un acto impuro que nos asociaba y comparaba con los animales.

Para esta comparación y establecer que el sexo solo podía tener lugar en el matrimonio y con la finalidad de engendrar se decía que los humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios teníamos que respetar el “Cuerpo como un Templo del Espíritu

Y si el cuerpo es el Templo del Espíritu, cualquier orgasmo o eyaculación es un agravio a esa santidad dada por Dios puesto que se estaba “derramando la vida

Es la Iglesia católica, la que, apropiándose de los textos hebreos, toma para si los Mandamientos y da como valor supremo que justifica el sexo, la perpetuación de la especie, considerándose pecaminosas todas las otras relaciones, aun entre cónyuges que no tiendan a la finalidad reproductora.

Un Mandamiento inexistente:

Este aludido Sexto Mandamiento: “No Fornicaras” en realidad, según lo hemos visto desarrollado en nuestro Recorrido por el Éxodo, no existe.

No hay texto alguno, en ninguna de las versiones ni traducciones en las que sea mencionado el Mandamiento como “No Fornicaras”, por lo que es simplemente una libre interpretación católica sobre el Mandamiento que figura en algunos textos como sexto o en otros como séptimo, y que dice, tanto en Éxodo 20. 1, 17, como en Deuteronomio 5. 6, 21, según la versión de la Biblia de Jerusalén, como la versión Reina Valera:

“No cometerás adulterio.”

En la versión en Éxodo 34. no hay mención alguna a este Mandamiento, ni como “No cometerás adulterio” ni como “No fornicaras

Es el cristianismo el que le da un sabor impuro y pecaminoso al sexo e implanta substituyendo conceptualmente el mandamiento del “No cometerás adulterio” por el “No fornicaras

En Pablo encontramos que es quien asocia la fornicación con la impiedad y lo irreligioso, como en Hebreos 12. 16, sobre Esaú. quien era el hermano mellizo de Jacob, ambos hijos de Isaac y Rebeca, y siendo el derecho al mayorazgo de Esaú, Jacob, lo engaña y le arrebata su primogenitura por un plato de lentejas, en Génesis 25. 31, 32,

“Que no haya ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida vendió su primogenitura.”

El judaísmo impuso su terror ante la menstruación femenina y la impureza de esa situación, y del parto, quizás todo ancestralmente ocasionado por motivos de higiene.

La adulteración del texto:

Si el Mandamiento dado por Dios a Moisés, “No Fornicaras” en realidad, no existe, y en cambio de ese mandato en el que Dios sintéticamente dice: “No cometerás adulterio” y ha sido adulterado, estamos, sin duda alguna en un adulterio en contra de Dios, puesto que esa expresión o Mandato, “No Fornicaras” no fue la que empleó ni escribió Moisés, ni le fue dictada por Dios, quien simplemente dijo: “No cometerás adulterio”, y ese fue el primer adulterio que se cometió al transcribir los Diez Mandamientos, el de adulterar arbitrariamente la verdad.

Quizás lo que Dios quiso decir fue que no debía adulterarse su palabra, un “No adulterarás” y de allí el “No cometerás adulterio” de la palabra divina, y lo primero que se hizo fue, adulterar la Palabra de Dios.

Si ese es el significado, no hay duda del adulterio cometido, que no es, en modo alguno de índole o carácter sexual, sino espiritual, y es una lección que deberían haber tomado en serio los intereses mundanos de no adulterar el pensamiento, de Dios, ni de nadie.

Otra interpretación plausible lo es también despojándola de su reacción sexual es que en este mandato, el significado lo es referido a no engañar un cónyuge al otro, sin referencia sexual alguna, esto es no traicionar su confianza.

La obsesión antisexo cristiana, su repulsión carnal, llevada a su extremo ha sido una traición al mandato divino.

Las imposiciones cristianas al sexo conyugal llevaron a que sola era permitido en una sola posición y solamente para concebir un hijo, directo, sin preámbulo ni goce alguno, y no se podía practicar el sexo durante la penitencia ni los domingos, ni los días miércoles, ni los viernes, ni en épocas festivas.

Para el cristianismo represor, el principal pecado no era el sexo, sino el placer. No se podía tener ni buscar goce.

Se llegaba al extremo de sostener y predicar por San Jerónimo que aquel marido que ardiente y pasionalmente amara a su esposa estaba cometiendo un adúltero.

Jesús, en Mateo 5. 27, 28, llega al extremo, reafirmando el Mandamiento de “No cometerás adulterio” a explicarlo y sobredimensionarlo:

“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.”

Por cierto, se la hace cómplice a la mujer que es mirada y codiciada como reafirmando la culpabilidad femenina.

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