Si bien en los textos bíblicos, cuando se ha querido culpar a la descendencia, lo que se llama “maldiciones generacionales” se lo ha hecho en forma especial y expresa, sin medias tintas, y cuando se ha querido culpar a alguien se lo ha hecho igualmente en forma directa, que lo es bajo la fórmula bíblica de “caiga sobre él”
Igualmente se ha cuidado de dejar bien sentado que la culpa de cada uno le es personal y que no puede ser traspasada a otro, concretamente que los hijos no llevaran el pecado de sus padres.
Sin embargo, el nacimiento de la judeofobia lo es en los propios textos cristianos al echar la culpa de la muerte de Jesús a los judíos.
Según el Evangelio de Mateo, durante el proceso a Jesús los judíos pronunciaron una frase que, sin quererlo, marcó la historia y el destino del pueblo hebreo en su relación con los cristianos: “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” (Mt 27,25).
Es el nacimiento del odio de los cristianos hacia los judíos que ha perdurado por los siglos como como una maldición que el pueblo judío y para acentuar más esa maldición y esa culpa a los judíos, que mejor hacerla que culpar a los propios judíos de esa frase de sentirse culpables y asumiendo la responsabilidad de la muerte de Jesús.
Con razón el teólogo inglés G. C. Montefiore llegó a escribir: “Ésa es una de las frases responsables de océanos de sangre humana, y de incesantes ríos de miseria y desolación”. Pero ¿por qué quedó registrada en el Evangelio?
Simplemente por que el naciente cristianismo ya romanizado e imperial no podía culpar a su propio imperio de ser el responsable de la muerte de Jesús y que mejor hacerlo que sobre el disperso pueblo judío.
El propio Mateo, en 23.33,.36, relata que es el propio Jesús es quien culpa a los judíos que habían derramado mucha sangre inocente, y menciona como culpa de los judíos “desde el justo Abel hasta Zacarías” (Mt 23,33-36).
No hay duda que ese Abel al que se dice nombrar es el hijo de Adán y Eva, asesinado por su propio hermano Caín, y en cuanto a Zacarías, personaje menos conocido, era un sacerdote de Jerusalén que habia denunciado la inmoralidad en la que vivían los israelitas, y que por ello fue apedreado hasta morir en el patio del Templo, atribuyéndole al pobre Zacarías su última frase condenatoria, según 2 Cronicas 24. 20,22, “Que Yahvé vea esto y les pida cuentas”
Así Jesús, según Mateo, menciona al primer asesinato al primer inocente asesinado de la Biblia y al de Zacarías, que al parecer es el último mencionado en los textos judíos, y con ello estaba denunciando a su propio pueblo judío de que toda su historia estaba manchada de crímenes y muertes inocentes, como anticipándose a su propia muerte injusta.
Para reafirmar lo expuesto, continua Mateo (Mt 23. 36,) sosteniendo que era Jesús, quien estaba exigiendo un justo castigo, y así. Asegurando “Les aseguro que todo eso recaerá sobre esta generación”
La frase La sangre caiga sobre él
Esa inicial judeofobia se continuó y profundizó a través de sus máximas figuras, uno de los primeros lo fue Melitón de Sardes en el siglo II.
Otros siguieron como, Orígenes (siglo III), enseñando que “la sangre de Jesús cayó sobre todas las generaciones posteriores de judíos, hasta el final de los tiempos”
impuesta como Verdad Dogmática, siguieron san Agustín (s.IV), san Jerónimo (s.IV), san Juan Crisóstomo (s.IV), Teofilacto (s.IX), santo Tomás de Aquino (s.XIII)
Por el lado de los protestantes lo fueron Calvino y Lutero afirmó que su condenación eterna, se debía a que habían rechazado al Hijo de Dios.
Poco menos de dos mil años en lo que se nos enseñó Como odiar a los judíos.
